miércoles, 13 de mayo de 2009

Expiación de Abigail

Es coherente entonces exorcisarse en la virtualidad de un relato literario para evitar un desastre en el mundo real. Las tramas se suceden en la elástica divergencia mental, paralela al karma que espera pacientemente la verdadera resolución. Este y otros blogs son sólo éso: ensayos e instántaneas de nuestras más primarias reacciones. El mundo imaginado por suerte difiere de la consecuente acción. Y ayuda además a desnudar la estructura de nuestros actos. Si funciona la cosa, evitamos caer en la estupidéz del error perpetuo y entonces solo así podemos lavar las heridas y perdonarlas.
Usted dirá a qué ambiguo tema me estoy refiriendo , y digo solo que hay personas que amorosamente nos reflejan como espejos (como caras de un diamante) y aunque resulte doloroso caemos en la cuenta que tal vez tan sólo (nada más y nada menos) ésa es su misión ante nosotros, de cuales no depende su felicidad, pero sí la nuestra.
Vislumbrar nuestro bienestar interior nos asegura por lo tanto, una vez conseguido, regalárselo a los demás, lo que por ley universal nos sigue generando mayor bienestar. La ingratitud a la larga transmuta en claridad: es parte del karma mencionado. Claridad que iluminará quizá otras almas sumidas en la oscuridad del devenir. No importa el dolor, aunque el sufrimiento purifique, finalmente caemos en la cuenta que como seres vivos pertenecientes a este Universo nos merecemos la obligación de ser felices y por añadidura agradecidos.
El mundo literario es el mundo creado por la letra, por la palabra muda, escrita, simbólica.
El mundo real es el creado por nuestros actos. Como nadadores en una piscina cósmica, de la forma en que nos movamos dependerá que flotemos grácilmente avanzando a cada brazada ó que nos hundamos de forma irrevocable.

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