sábado, 25 de abril de 2009

Abigail (cuento corto)

Abigail había sacado su pasaje de primera y discurría entre llevarse un bolso grande ó dos valijas. En los trasantlánticos sobraba lugar si de equipaje se tratara, no era como en los aviones que todo este asunto estaba severamente restringido. En eso estaba pensando cuando la casera del edificio le golpeó la puerta de su departamento para dar por saldadas las deudas pendientes del alquiler y de los servicios. Como buena portera también respetaba el canon de buena chismosa y le quiso sonsacar con artimañas de diálogo de atenta vecina a qué periplo específico iría por las islas caribeñas. Abigail solo respondió con galantes evasivas y le cerró la puerta en las narices, para continuar tranquilo con sus menesteres de empaque. Se decidió por un par de maletas, tomó una ducha y unos mates tibios que habían quedado de la cebada anterior y luego de empilcharse llamó al remís que lo llevaría al puerto.
En el puerto lo esperaban los pocos amigos de la oficina para despedirse, y luego de los consabidos saludos y bromas al respecto de tan inesperado viaje de placer dió por terminada la última formalidad antes de encaminarse hacia el navío.
Al subir la rampa de acceso, lo saludó el capitán junto con la tripulación de cubierta y se encaminó directo a su camarote. Allí ordenó que le llevaran las valijas y se desplomó en la pequeña pero confortable cama a fumarse tranquilo un cigarrillo. Por la noche, y ya de seguro en alta mar se presentaría en el salón comedor a degustar la cena y a relacionarse con los pasajeros.
Durante la cena y los ritos sociales de rigor nadie se sorprendió de ver un tipo maduro viajando solo en un crucero de vacaciones, y todos los que compartieron la mesa se mostraron respetuosamente afables con él. Luego de beberse un par de whiskys en la barra del bar salió a cubierta y la noche sin luna acompañada de una agradable brisa prometía un bien merecido descanso después de un día repleto de preparativos. Soñaría seguro con las playas hermosas del caribe y, porqué no, con alguna bella mujer que alegraría su viaje y sus visitas turísticas.
Ya de regreso en su camarote, se desvistió y se puso una elegante bata que llevaba en una de las maletas y que había comprado en oferta en una conocida tienda de indumentaria. Luego abrió la segunda maleta y fué extrayendo cuidadosamente de entre un par de toallas unas bolsas plásticas de consorcio. Las fué colocando una sobre la otra al costado de la puerta y cuando hubo concluído salió sigiloso asegurándose de presencia alguna por el pasillo y en cubierta, a la que accedió usufructuosamente cargando dichas bolsas que fué arrojando al oscuro y apacible mar.
- Hasta aquí hemos llegado - exclamó en voz alta y regresó con paso cansino a su camarote.
Al día siguiente y durante el almuerzo conoció a una atractiva mujer separada, que denotaba solvencia económica y libertad de acción. Ella, una vez promediada la conversación le preguntó sobre sus posibles afectos y Abigail le respondió sonriente que ultimamente había estado de novio durante un buen tiempo con una joven, pero que hacía bastante poco que habían acordado terminar la relación, lo que lo había decidido a buscar nuevos rumbos y a embarcarse en el crucero. La dama también sonrió mirándole fijo a los ojos, y Abigail, luego de sostenerle largamente la mirada la desvió hacia el inmenso mar.....y con una sonrisa inmutable continuó bebiendo su jugo de naranja.

© Mistiquemoon 2009

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